domingo, 25 de febrero de 2007

Charles Simic

Ojos sujetos con pinzas

Cuánto trabaja la muerte,
nadie sabe cuántas largas horas
labora cada día. Su pequeña
esposa siempre sola,
planchando la ropa de la muerte.
Sus bellas hijas arreglan
la mesa para la cena de la muerte.
Los vecinos juegan lanzando
herraduras de caballo a una vara
en el jardín, o se sientan a beber
cerveza frente a la puerta. La muerte,
mientras tanto, visita una insólita
zona del pueblo en busca de alguien
que tose amargamente, pero la dirección
es confusa, ni aún la muerte
la puede descifrar entre tantas puertas
atrancadas por el miedo a la muerte…
Y una fina lluvia comienza a caer.
Se aproxima una noche
de tormenta, un fuerte vendaval.
La muerte no tiene ni un periódico
para cubrir su cabeza, ni siquiera
una peseta para pedir el que cuelga
de una pinza, agitado por el viento,
y ahora se desviste con cuidado,
adormitado, tendiéndose desnudo
en su lado de la cama
dispuesta sólo para la muerte.

Traducción de Jorge Ávalos


Charles Simic nació en Belgrado, Yugoslavia, en 1938. En 1953 se mudó con su familia a los Estados Unidos. Sus primeros poemas aparecieron publicados en 1958, cuando tenía 21 años de edad. Es profesor de literatura en la Universidad de New Hampshire. En 1991 recibió el Premio Pulitzer de poesía por su colección de poemas en prosa The World Doesn’t End. Ha publicado más de sesenta libros y es un importante traductor al inglés de poesía escrita en Serbia, Croacia, Eslovenia y Macedonia.

Simic es un poeta muy inusual en Norteamérica. Sus poemas reflejan una doble conciencia. Por un lado, su cadencia y abordaje del lenguaje inglés lo sitúa claramente entre los poetas norteamericanos de su generación; es un poeta muy directo y sus imágenes más intensas y persuasivas surgen de un encuentro espontáneo con la realidad inmediata: allí están contenidos los personajes, los lugares, los gestos y los objetos de la vida cotidiana en los Estados Unidos. Y sin embargo hay algo que no encaja: el poeta devela una realidad oscura, supersticiosa, incluso malévola bajo todo esto. Simic escribe con la limpieza verbal de un reportero para exponer imágenes que conectan con una historia oculta y atroz.

La Muerte, como un personaje del folclor, era una presencia constante en la poesía y el imaginario medieval. Aparecía como una calavera, vestida de negro y con azadón, trabajando duramente como un segador de Dios. En “Ojos sujetos con pinzas”, la Muerte reaparece en un entorno suburbano, y Simic lo presenta como un personaje de la clase trabajadora, con quien simpatizamos porque debe sobrellevar las rutinas y avatares de todos los humanos. La extraordinaria imagen del título adquiere otra dimensión al final del texto, cuando comprendemos que los periódicos son los “ojos sujetos con pinzas” obligados a ver y dar fe de las obras de la Muerte. Esto significa que el poema podría estar retratando a un verdadero asesino y no a un personaje del folclor. Vivimos en tiempos muy oscuros.

Para leer más

Nota biográfica y una selección de poemas en El autor de la semana.

Un breve artículo de Simic en Letras Libres: Corta la comedia.

domingo, 18 de febrero de 2007

Julio Cortázar

La compañera

Más que nunca, la poesía.

Hoy más que nunca su exorcismo de chacales, su llamarada purificadora, su memoria obstinándose. Azotada por una historia vertiginosa, en la que nos perdemos bajo el torbellino cotidiano de la información, la poesía más que nunca: sus ojos selectores fijando lo que no tenemos derecho de olvidar, salvando piedras blancas, pájaros, instantes como fogonazos de flash, la belleza, la dignidad de la vida.

Más que nunca allí donde buitres de fuera y de dentro se ensañan contra los ojos abiertos de un pueblo, arrancan y desgarran las flores de la sonrisa y el sueño, carroñas de sí mismos, millonarios y coroneles oliendo a muerte; contra ellos, más que nunca, la poesía.

En la memoria de los hombres que luchan, ella es siempre una vela de armas, la luz del fogón en la espesura de los montes, el trago de agua, la que lleva de la mano a la batalla y al reposo. Y, con ella de la mano, el pueblo de El Salvador entrará en su primera mañana de libertad y de júbilo.

Más que nunca, la poesía, porque en ella anida el futuro.

La muerte de Julio Cortázar (1914-1984) fue un momento de verdadero luto no sólo para las letras latinoamericanas, sino para los jóvenes de Latinoamérica. Su novela Rayuela fue una biblia del desenfado, y sus cuentos nos llevaron más allá de las fronteras que nos señaló Jorge Luis Borges, a un desencanto con el estado de cosas, con la “realidad”, y a una constante revaloración de nuestro propio poder para re-imaginar el mundo. Esto significa que, en esencia, Cortázar fue siempre un poeta. Su poesía es desigual, pero está llena de instantes de gran belleza. Este poema en prosa, escrito presuntamente en 1980, es un homenaje a la poesía misma, la “compañera” más profunda y fiel; pero en ella está contenido un triple homenaje al Ché Guevara (quien murió acompañado de “El Canto General” de Pablo Neruda), a su amigo el poeta Roque Dalton y al pueblo de El Salvador que vivía entonces el período de conflicto más encarnizado de su historia.

Para los interesados en el arte de la poesía, “La compañera” es un ejemplo perfecto del poema de ideas. Quiero advertir, sin embargo, que el siguiente análisis mata el espíritu del poema, puesto que su mayor valor está en la emotividad visceral que despierta su lenguaje discursivo. “La compañera” es un poema en prosa estructurado de manera muy simple. Enmarcando el poema con la repetición de la frase “Mas que nunca…”, el poema insiste en la necesidad actual y vital de la poesía. Dos párrafos sirven para sustentar esta idea: el primero, “Hoy más que nunca…” nos acerca a una definición de la utilidad de la poesía; el segundo, “En la memoria…”, nos sitúa en los lugares donde, de acuerdo a Cortázar, la poesía es más útil: en el campamento guerrillero o en El Salvador, territorios de lucha. Esa insistencia en los usos de la poesía en un presente cargado de historia y terror es lo que hace la línea final tan efectiva: “en ella anida el futuro”. Este es un poema que otorga validez a los clichés de la poesía revolucionaria. Cortázar sabe hacerlo porque no pierde su perspectiva: “La compañera” no es, en el análisis final, un poema sobre El Salvador o sobre la revolución, sino sobre la poesía.


Más sobre Julio Cortázar

Cortázar, por Jorge Ávalos

La Página de Julio Cortázar

Textos y más en Sólo Literatura

domingo, 11 de febrero de 2007

Juan del Valle y Caviedes

Los privilegios del pobre

El pobre es tonto, si calla;
y si habla es un majadero;
si sabe, es un hablador;
y si afable, es embustero;
si es cortés, entrometido;
cuando no sufre, soberbio;
cobarde, cuando es humilde;
y loco, cuando es resuelto;
si valiente, es temerario;
presumido, si es discreto;
adulador, si obedece;
y si se excusa, grosero;
si pretende, es atrevido;
si merece, es sin aprecio;
su nobleza es nada vista,
y su gala, sin aseo;
si trabaja, es codicioso,
y por el contrario extremo
un perdido, si descansa…
¡Miren si son privilegios!

Cuando el investigador Daniel Reedy editó la obra completa de Juan del Valle y Caviedes (1652-1697) para la Biblioteca Ayacucho de Caracas, no quedó duda alguna de que este poeta de origen andaluz pero criado en Perú era un clásico de la poesía latinoamericana. Contemporáneo de Sor Juana Inés de la Cruz, con quien intercambió cartas, del Valle y Caviedes es un poeta satírico que retrató con agudeza las hipocresías y los prejuicios sociales de su época. Una comparación con Quevedo es casi inevitable, y con toda seguridad recibió su influencia, pero su poesía se distingue por un estilo directo y claro, sin los manierismos ni los preciosismos típicos del barroco; y donde Quevedo es frontal y provocativo, del Valle y Caviedes es moralizador y didáctico. El poema “Los privilegios del pobre” expone los prejuicios de clase de su época sin denunciar a nadie. Y sin embargo, al leerlo, uno dice: «Sí, es verdad, así piensan los demás…». Es un poema que provoca el proverbial descubrimiento de la brizna de paja en el ojo ajeno.

Más sobre Juan del Valle y Caviedes:

Nota biográfica

En la Biblioteca Virtual Cervantes

Las Endechas del Valle y Caviedes en Palabra Virtual

Traducción al inglés de "Los privilegios del pobre"

“El terror de los galenos”

sábado, 3 de febrero de 2007

Alfonso Kijadurías

Manchas de ruidos antiguos

Manchas de ruidos antiguos en los rincones del patio: sombras
de la mentira
tomando la forma de tu cuerpo y su lugar. La luz te hace
creer en todo lo que alumbra
o devela la sombra del monstruo que habita la penumbra.
Toda palabra quema,
ceniza será después, rescoldos de aquel fuego. Ruinas del
tiempo, escombros, hollín y polvo,
la efímera materia que fue la eternidad.
Pequeña llama inmóvil, rememoración de la desaparición de la
fe en la sorpresa.
Del aire impuro del mundo están hechas las palabras, su
círculo vicioso,
toda pregunta es una piedra que se lanza al agua cuyas
ondas alejan la respuesta.
En corregir lo incorregible se te fue la vida, en buscar el error
y al tratar de borrarlo,
volverlo a cometer y la culpa otra vez de provocarlo.
Palabras, resplandores inéditos buscando su sentido
en lo sentido.
En la ventana el rostro de la dulzura pensativa:
una sonrisa ciega, en toda ella las frases y los gestos que nos
son elementales.
La fuerza que guía la mano en selva oscura, a través de la
página,
hasta encontrar la máxima potencia. El ojo que descubre
lo invisible
mientras crece la historia durante el sueño, la bestia echada
junto a la ropa triste del amor consumado,
todo aquello que amamos y por eso matamos lo más vivo
en nosotros.



La poesía es un acto de fe, una prueba de supervivencia y una búsqueda de redención, tal y como lo consigna “Manchas de ruidos antiguos…”. Por esta razón Alfonso Kijadurías (El Salvador, 1940) incluye una alusión a Dante, en homenaje al arte de la palabra: “La fuerza que guía la mano en selva oscura, a través de la página, hasta encontrar la máxima potencia”. Aunque es claro que esta imagen también designa a la página en blanco como el camino obligado por el infierno de la creación para llegar a Dios a través de la palabra.

“Manchas de ruidos antiguos…” es el primer poema del libro Confusión, con el cual Kijadurías (seudónimo de Alfonso Quijada Urías) ganó en diciembre de 2003 el Primer Premio Internacional de Poesía otorgado por el Instituto Cervantes a través de Radio Francia. El galardón, otorgado por una institución de prestigio y un jurado internacional fue un acto de justicia, no sólo para Kijadurías como poeta sino para nosotros como lectores. Sus libros Los estados sobrenaturales (1971) y Toda razón dispersa (1998) ya son clásicos contemporáneos de la poesía salvadoreña.

La poesía de Kijadurías discurre a través de distintos modos de expresión poética, incluso dentro de un mismo poema, como es el caso de “Manchas de ruidos antiguos…”: rimas, ecos, juegos de palabras, asociaciones y analogías. También hay paralelismos que introducen un acento bíblico: “Toda palabra quema, ceniza será después, rescoldos de aquel fuego”. E imágenes de todo tipo, como la metáfora disimulada: “Palabras, resplandores inéditos buscando su sentido en lo sentido”. O la sinestesia: “una sonrisa ciega”. Pero está también la representación imaginativa, hecha símbolo, del momento cotidiano: “la bestia echada junto a la ropa triste del amor consumado”.

“Todo poema”, escribió Roberto Juarroz, “son las astillas de un naufragio”. Los poemas de Kijadurías son la evidencia de que es posible para nuestras conciencias sobrevivir la tenaz hipocresía de nuestros tiempos, el naufragio cotidiano. Pero con la palabra como guía.

Para leer más:

Poemas de Alfonso Kijadurías en
Palabra Virtual.
Palabras de Kijadurías pronunciadas en su Homenaje, Abril 2, 2003.
Entrevista con Kijadurías, Abril 14, 2003.

El poema de la semana es seleccionado y comentado por Jorge Ávalos.