domingo, 8 de julio de 2007

Walt Whitman

Poema 11 del “Canto a mí mismo”

Veintiocho mocetones se bañan en el río.
Veintiocho mocetones, en cordial camaradería, se bañan en el río.
Y una mujer de veintiocho años, virgen y hermosa, vive solitaria.
Suya es la suntuosa mansión que se alza en la ribera,
y, espléndida y ricamente vestida, espía oculta tras los cortinajes del balcón.

¿Cuál de aquellos mocetones le gusta más?
¡Todos le parecen hermosos!
¿Adónde vais, señora?
Aunque seguís fija en vuestra atalaya,
yo os veo ahora chapotear en el agua.
Danzando y riendo ha entrado en el río una hermosa bañista.
Ellos no la ven,
pero ella los ve y los siente henchida de amor.
Brilla el agua en las barbas mojadas de los hombres,
corre por los cabellos largos
y como pequeños arroyos
pasa acariciando los cuerpos.
Una mano invisible pasa también acariciando temblorosa las sienes y los lomos.
Los muchachos flotan boca arriba con el vientre blanco combado bajo el sol,
sin saber quién los abraza y los aprieta,
quién resopla y se inclina sobre ellos,
suspensa y encorvada como un arco,
ni a quién salpican al golpear el agua con los brazos.


(Traducción de León Felipe)

Publicado por primera vez en 1855 como parte de la primera edición de Hojas de hierba, la obra magna del poeta estadounidense Walt Whitman (1819-1892), el “Canto a mí mismo” es una de las colecciones más visionarias de poesía de todos los tiempos. Whitman tenía 37 años en ese entonces, y sus poemas y cuentos sentimentales publicados hasta entonces no anticipaban el acto revolucionario que significaría Hojas de hierba. Tampoco había condiciones históricas o precedentes literarios significativos para la súbita irrupción de esta poesía tan libre, tan desbordante de personalidad y tan sensual, que rompía con las ataduras métricas de la tradición clásica.

Aunque Whitman podría haberse inspirado en la retórica bíblica, la versificación libre que él utilizó para escribir los poemas de Hojas de hierba representó un cambio radical, nunca antes visto. Si hay un ritmo en la poesía de Whitman, es el de las ideas, que pueden extenderse y atraer y enlazar grandes enumeraciones y motivos disímiles sin que el poema pierda coherencia. Se sabe que la musicalidad de algunos de sus poemas, como “La cuna que se mece sin fin” o los que conforman “Redobles de tambor”, están directamente influidos por la ópera italiana y por formas de la canción popular norteamericana, pero no de forma superficial, sino incorporando los esquemas estructurales de una composición musical.

El poema 11 del “Canto a mí mismo”, demuestra algunas de las mejores cualidades de la poesía de Whitman. Aquí está el radical verso libre y la sensualidad temática que lo caracteriza. Pero hay algo aún más moderno que lo separa del resto de sus contemporáneos. El motivo musical que le da unidad no es el tema en sí sino cómo éste es hilado por la visión amante y generosa del poeta. El plano visual que abre el poema, los veintiocho jóvenes bañándose en el río, son observados en realidad por una mujer de veintiocho años que los espía “tras los cortinajes de un balcón” ubicado en “la suntuosa mansión que se alza en la ribera”. La voz del poeta ha penetrado una conciencia callada y revela sus emociones más íntimas. Ella permanece fija en el balcón pero el poeta visualiza los desvaríos de su imaginación exaltada: “Danzando y riendo ha entrado en el río una hermosa bañista. / Ellos no la ven, / pero ella los ve y los siente henchida de amor”.

Es así como un poema realista se transforma sin quiebre alguno en una exploración fantástica, pero sin perder su sentido de realidad. Esto es así porque el intenso erotismo está trazado con imágenes muy específicas que trazan los contornos del acto sexual: “Una mano invisible pasa también acariciando temblorosa las sienes y los lomos. / Los muchachos flotan boca arriba con el vientre blanco combado bajo el sol, / sin saber quién los abraza y los aprieta, / quién resopla y se inclina sobre ellos, / suspensa y encorvada como un arco”. La coincidencia de que los veintiocho años de la mujer estén proyectados en veintiocho jóvenes bañistas tiene un claro poder simbólico. Whitman está conciente del imaginario con el que juega para descubrir la naturaleza del deseo: los hombres en el agua clara de la corriente y la mujer sola en su mansión designan elementos de renovación y el espacio de la conciencia interior en el lenguaje de los símbolos. Este poema, como todos los de la serie de “Canto a mí mismo”, es una obra maestra.

La traducción es de León Felipe. Realizada en 1941, es todavía la mejor en español del “Canto a mí mismo”. Felipe fue un poeta plenamente identificado con la poética de Whitman y supo reconvertir al español, mejor que nadie, la retórica particular del poeta norteamericano. Aún así, hay que reconocer por qué es una traducción tan controversial. Felipe añade o quita, adapta o incluso reinventa. En la versión original de este poema, por ejemplo, nunca se dice que la mujer sea “virgen”. También, expresiones simples como “young men” y “fine house”, que significan, literalmente, “muchachos” o “casa refinada”, se transforman en “mocetones” y “mansión”, indicando la compulsión de Felipe por depurar el lenguaje prosaico de Whitman (aunque esto también lo hacen todos sus traductores). Pero al comparar varias versiones, yo no tengo ninguna duda en afirmar que Felipe ha sabido recrear mejor que nadie el poder del poema original.


El poema de la semana es seleccionado y comentado por Jorge Ávalos


Para leer más

Whitman, Walt. Canto a mí mismo. Traducción y prólogo de León Felipe. Editorial Losada, México, reedición de 2003.

Sobre el tema de diferencias de traducción: De Jorge Luis Borges a Walt Whitman.

2 comentarios:

Victor dijo...

No sé, la poesía de Whitman me pone de buen humor. A veces me entra en contradicción su nacionalismo, pero disfruto mucho leerle. Y cuando estoy triste vuelvo a sus versos, sonrío y lo disfruto tanto...

Saludos

Victor

Anónimo dijo...

Estaba analizando "A Roosevelt" de Darío y llegué a Whitman...me quedé un rato y vuelvo a Darío.

...Es agotador viajar, pero me atraen las conexiones entre las cosas.

dejo mi huella

saludos amigo amante de la poesía

Cristina